La nueva Marbella de siempre
La ansiada normalización institucional de la ciudad de Marbella, que se produjo en las elecciones municipales de 2007, se ha visto empañada por los efectos de una crisis económica mucho más profunda y más larga en el tiempo que cualquiera de las anteriores. Los efectos de esa normalización no han sido, pues, los esperados, ya que, a la deuda generada por tantos años de saqueo, se le ha unido la caída de la inversión pública que impide la financiación de las infraestructuras y equipamientos que la ciudad necesita y que, en muchos casos, no se acometieron en los veinte años anteriores por la, llamémosla así, peculiaridad de aquellas corporaciones municipales.
En el orden turístico, es muy probable que a la pregunta: ¿cómo quiere que sea Marbella? la mayoría contestásemos: ¡cómo antes! Es decir, como nunca tuvo que dejar de ser. Unos lo definirán como “un destino con clase”; otros como un lugar atractivo, por igual, tanto para el turismo familiar como para grupos de demanda con mayor complejidad y sofisticación en sus motivaciones. Muchos, en ese imaginario turístico de Marbella, identificarán como una de sus principales señas de identidad su amplia y diversa oferta complementaria (deportiva, comercial y de ocio) disponible todo el año, a diferencia de otros destinos del Mediterráneo en los que la estacionalidad es mucho más acusada.
A pesar de las múltiples dificultades que la situación económica aun enfrenta y de la incertidumbre que condiciona el comportamiento de inversores y de consumidores, puede decirse que el valor reputacional de la marca “Marbella” vuelve a cotizar al alza. Aunque tímidos, son varios los síntomas que apuntan en esa dirección y sobre los cuales los agentes públicos y privados deberíamos construir una nueva y potente estrategia de ordenación y promoción turística de la ciudad; basada principalmente en la búsqueda de la excelencia en todos y cada uno de los servicios que constituyen la cadena de atención al visitante.
Para la consecución de ese nuevo paradigma, resulta esencial la confluencia de los esfuerzos de la Administraciones públicas y de los legítimos representantes del sector privado, a través del diálogo permanente, de la cooperación público-privada y, sobre todo, de la puesta en marcha de medidas realistas y compatibles con la escasa disponibilidad financiera de las haciendas locales. No obstante, son muchas las iniciativas que, con imaginación, esfuerzo y aunando voluntades, pueden acometerse.
Cuestión delicada, pero recurrente en casi todos los debates sobre la situación turística de Marbella, es la relativa a la denominación geoturística. Son numerosas las opiniones que abundan en la necesidad de apostar decididamente por una mayor autonomía de la marca “Marbella”, desligándola de la actual denominación zonal o, al menos, anteponiendo el nombre de la ciudad al que tradicionalmente ha estado unida. Las características de nuestra oferta, así como la singularidad del destino aconsejan, al menos, a una rigurosa reflexión en este sentido.
Baltasar Fernández Ávila
Vicepresidente Asociación de Empresarios y Profesionales
CIT-Marbella